La erupción de un volcán es un espectáculo que impacta a los sentidos y deja en evidencia la energía de la naturaleza. Esta semana, al volcán Calbuco en Chile logró cautivar al mundo, al activarse tras cuarenta y dos años de silencio, y desplegar durante dos erupciones un cuadro de singular belleza.
Uno de los fenómenos más llamativos fueron los rayos que se vieron cuando el cielo se volvió oscuro por la densa nube de cenizas que emanaba del volcán. ¿Se trató de una casualidad meteorológica o los rayos son parte del proceso eruptivo que se produce ante tanta liberación de energía?
Resulta que los volcanes liberan a la atmósfera distintos gases, material sólido fragmentado, llamado piroclastos, y lava y la proporción de cada uno depende de las características de cada volcán. Lo que más afectación genera es la emisión de piroclastos, denominada comúnmente ceniza volcánica, ya que se puede dispersar por grandes distancias, alcanzando cientos a miles de kilómetros.
La explicación de los rayos hay que buscarla en el campo de la meteorología y no de la vulcanología, ya que de todo el material que se libera, hay partículas y gases a alta temperatura que generan cargas eléctricas. Estas partículas podrían dar origen a los rayos.
Una pregunta que todavía queda pendiente es cómo se genera la electrificación de una nube volcánica, es decir, cómo esa nube densa de gases y piroclastos se carga de electricidad. Aunque hay una interesante hipótesis: dada la estrecha relación entre rayos y erupciones, se podría medir la actividad eléctrica para monitorear la actividad volcánica y generar un sistema de alarma temprana. De esta forma, los rayos funcionarían como marcadores naturales de una incipiente actividad volcánica. Si está teoría se prueba, en un futuro cercano el bellísimo y terrible espectáculo natural que es la erupción de un volcán, pueda ser conocido de antemano.
Grupo: Melanie y Lorena.
(Fuente: UNL/DICYT)
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